A lo largo de la lectura de los capítulos anteriores hemos constatado cómo cuevas y aguas subterráneas del territorio ibero-balear se hallan repletas de una variada fauna. No obstante, vastas regiones kársticas continúan sin ser exploraradas y a buen seguro una amplia diversidad de especies permanece ignota. Entre los moradores subterráneos, los que ahora nos interesan son los cavernícolas. Hasta el momento, sabemos que los ecosistemas de las cuevas cuentan con un total de 1363 especies y subespecies (taxones) descritas, consideradas como troglobias o estigobias por los autores de los capítulos. Salvo alguna excepción son taxones endémicos únicos en el mundo, bien de una o de varias cuevas; o de una o unas pocas regiones kársticas del territorio ibero-balear. Junto a esta fauna especializada vive un número similar o superior de especies visitantes a las cuevas, que no vamos a considerar aquí. Los grupos taxonómicos con especies y subespecies cavernícolas no se hallan uniformemente repartidos en la Iberia o las Baleares; como tampoco lo están en el resto del mundo. ¿De qué depende esta distribución? ¿por qué las cuevas de la Cordillera Cantábrica albergan una fauna tan distinta a la que habita las cuevas de las Béticas, Pirenaicas u otras regiones kársticas? Hallamos las razones de esta distribución faunística, en la disponibilidad de hábitat (cuevas y acuíferos) y en la oportunidad de colonización de los grupos potencialmente cavernícolas, procedentes de la fauna epigea autóctona o venidos de otras regiones. Unos forman parte de una fauna ancestral, otros se están "instalando" ahora. Para conocer los escenarios en que esto sucedió, haremos un repaso desde el momento en que la Iberia apareció como tierra emergida. Por el momento, cuantifiquemos la biodiversidad. treinta y siete Diversidad, distribución y origen.