Los mercados vinculados al proceso urbanístico aparecen en Francia en la segunda mitad del siglo XVIII, basados en tres características: la comodidad de los ciudadanos, la higiene de las instalaciones y el aspecto monumental dentro del contexto de la ciudad asociado a la simplicidad que requiere toda arquitectura utilitaria. En Barcelona esto se recogerá no en el último cuarto del siglo XIX como se había dicho hasta ahora, sino en los proyectos de mercados de mediados del siglo XIX. Los proyectos que se analizan en este artículo son los de F. Daniel Molina para el Born (1848), los de Miquel Garriga i Roca para la plaza del Padró (1861) y para la Barceloneta (1867) y el de Antoni Rovira también para la Barceloneta (1873), muy significativos del uso del hierro en la definición de un marco arquitectónico unitario adecuado al conjunto de las actividades comerciales. Su estudio conjunto se justifica por una propuesta arquitectónica común: “el tinglado” metálico o cubierta sostenida por soportes puntuales sin muros perimetrales.
Catalan
Ferramenta; Barcelona; S. XIX; Forja; Mercats
14 p.
Museu Nacional d'Art de Catalunya
Butlletí del Museu Nacional d'Art de Catalunya, 1994, vol. 2, pp. 201-214
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