Resumen:
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Durante el último siglo hemos visto que cuánto más eficientes somos luchando con el fuego, más grandes y mayores llegan a ser estos incendios. La necesidad de cambiar la manera de luchar contra el fuego es evidente, y se ha de trabajar antes, durante y después del fuego. Se necesitan más conocimientos y planificación de la emergencia para hacer frente a los fuegos y, a la vez, se hace más necesario el uso del fuego para la seguridad y ecología de los bosques. Esto implica un cambio de planteamiento tanto en la gestión de la emergencia como en la percepción social de los efectos y usos del fuego. Tanto para enfrentarse a estos rápidos e intensos incendios, como para confinar un frente o gestionar un incendio, requiere una estructura de los servicios de extinción dinámica y flexible, basada en la anticipación del comportamiento del fuego, la toma de decisiones dinámica en la línea de fuego y la gestión integral del incendio como emergencia. Este aumento de flexibilidad requiere que los bomberos
sean profesionales expertos y formados, que sean capaces de decidir como, cuando y donde, y que los
mandos marquen estrategias y sean gestores de la emergencia. El fuego es un elemento dinamizador de los ecosistemas mediterráneos, inevitable, y tanto las infraestructuras humanas como las estructuras vegetales deben ser tolerantes a los incendios forestales. Es necesario un cambio cultural que permita que la gente entienda el cambio del fuego como enemigo total,
a fuego como parte del ecosistema, que aprenda a vivir con él y, en consecuencia, que dimensione las infraestructuras y zonas de interfase teniendo en cuenta su vulnerabilidad y la necesidad de la autoprotección. |