Abstract:
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El comercio exterior bajomedieval de la Corona de Aragón, desde una óptica general, ha sido analizado con excesiva frecuencia en base a una única perspectiva: Barcelona. Si bien es innegable la importancia del centro barcelonés en la expansión comercial catalano-aragonesa, generalmente se olvida que la presencia mercantil de la Corona de Aragón en las diferentes plazas, tanto mediterráneas como atlánticas, estaba asegurada no sólo por operadores procedentes de Barcelona, sino también por valencianos, mallorquines, zaragozanos, perpiñaneses o tortosinos, entre otros. En este sentido, es acertada la puntualización de P. Vilar al relacionar a la Barcelona del trescientos, dotada de una población que no llegaba a los 40.000 habitantes, con ciudades como Bolonia, Padua, Palermo, Nápoles, Londres, Praga o Bruselas, y no con los grandes emporios comerciales de la época como Génova, Venecia, Florencia o Brujas, cuya envergadura urbana era mucho más notable. Si Barcelona ejerció un papel importante en el ámbito del comercio internacional fue debido no tanto a su actuación individual, sino al hecho de formar parte integrante de una red más amplia que abarcaba cenmos como Palma de Mallorca, Valencia, Perpiñán y otros de menor entidad; una red que propiciaba una complementariedad en lugar de una rivalidad entre los diferentes tráficos. |