Después de muchos años de marginación, el casco antiguo de Miranda de Ebro, había sufrido una gran degradación tanto física como social. Una vez recuperada la conexión con el ensanche de la ciudad, tras la eliminación del trazado de vía que los dividía, se pondrá en marcha un proyecto que intentará paliar esta degradación mediante mejoras en la urbanización, restauraciones de los edificios más valiosos y construcción de nuevos núcleos de actividad. Con este proyecto también se intentará que la ciudad deje de servirse de las capitales de provincia cercanas (Logroño, Vitoria y Bilbao) y pase a tener una oferta de ocio propia. Se volverá a poner en funcionamiento el teatro Apolo, se abrirá de nuevo un cine para la ciudad, se construirá un centro cívico en el barrio y se rehabilitará como museo de historia de la ciudad la antigua casa de Don Lope construida en el siglo XVII y ampliada poco después. La construcción del nuevo centro cívico y la rehabilitación y cambio de uso de la Casa Don Lope serán el objeto del proyecto. El casco antiguo de miranda tiene una estructura de calles paralelas al río. La manzana en la que se encuentra la casa de Don Lope es la única que está delimitada por calles perpendiculares. Esto le da un carácter especial dentro del barrio ya que es la única que permite permeabilidad entre los dos accidentes geográficos más importantes de la ciudad, el río y la montaña. El edificio se abrirá al río y mirará a la cima de la montaña a través de su jardín como ya lo hace la Casa Don Lope a través del jardín botánico. Los espacios libres del barrio se suceden de manera errática desde la plaza del ayuntamiento hasta llegar a la calle que limita la manzana por el este. La creación de la nueva plaza conecta con este recorrido y nos abre las puertas a los edificios que nos mostrarán el paisaje, y al antiguo jardín privado de la Casa de Don Lope que pasará a pertenecer al barrio. Desde la primera aproximación al proyecto la intención más clara fue conectar el interior de la manzana con el exterior. La plaza a cota de la calle San Francisco (calle de arriba) sería el hall exterior de los dos edificios y bajo ésta se produce la conexión física entre ambos. El jardín conservando su carácter introvertido será accesible desde la calle que discurre a orillas del Ebro y se conectará a su vez con la plaza. Esta decisión permite el contacto entre el museo y el centro cívico pero preserva la independencia de ambos volúmenes. Los dos se siguen leyéndose independientemente tanto desde el interior como desde el exterior a pesar de que estén conectados. La volumetría a través del giro trataba de adaptarse a las distintas situaciones al mismo tiempo que buscaba que la forma final tuviera sentido por sí misma. Respecto a los puntos de vista que nos permiten apreciar los dos edificios, el volumen del centro cívico se equipara en proporciones al museo mientras que desde la otra orilla del río se nos presenta como una potente pieza que reclama el protagonismo del barrio. Es una pieza tallada, mono-material de aspecto macizo que se integra cromáticamente con el entorno y únicamente se abre a visuales lejanas. La idea fue evolucionando desde un esquema de muros más o menos perpendiculares al río con una caja central de circulaciones y piezas de servicios en sentido transversal hasta un esquema estructural cerrado sobre sí mismo que dispone las aulas, oficinas... en el perímetro exterior, los servicios en el interior y las escaleras y ascensor el la parte central. Los recibidores, espacios de entrada, los de final de recorrido… se crean en los puntos en los que la distribución no sigue las pautas de la estructura. Se desdobla la línea de paramento de la de estructura y se crean bolsas que nos indican puntos singulares dentro del edificio. Entradas a aulas, recibidor del edificio, hall de la sala de usos múltiples… El desfase entre forjados y los dobles espacios permiten entradas de luz indirecta y conexiones visuales entre las distintas plantas. El edificio nos obliga a recorrerlo, en el camino encontramos dobles espacios, aberturas que miran al interior, considerando la plaza como parte de ambos edificios, y al final nos muestra la ciudad. En La casa de Don Lope la intención ha sido mantener lo más intacto posible el volumen original y manipular al anexo tanto interior como exteriormente. Esta parte de la casa acoge los servicios necesarios para el funcionamiento del museo: cuartos de baño, ascensor montacargas y paso de instalaciones y su fachada se abstrae para que, de esta forma, haga de transición entre la casa original y el nuevo centro cívico.