Los barrios artísticos, uno de los fenómenos urbanos más característicos de este inicio de siglo, se están convirtiendo en un importante objeto de estudio para las ciencias sociales. No obstante, los análisis que se realizan siguen demasiado centrados en su impacto económico o en las políticas culturales que han contribuido a crearlos. En este artículo, proponemos centrar el estudio de los barrios artísticos en las dinámicas urbanas, sociales y del propio mundo artístico que explican su surgimiento y dan cuenta de su desarrollo. A este respecto, planteamos que en un sentido típico-ideal un barrio artístico posee un patrimonio histórico-simbólico y una concentración de creadores e intermediarios, representa un polo emergente dentro del mundo cultural y genera una etiqueta de estilo artístico. Finalmente, la política cultural desempeña en él un rol iniciador y catalizador. Utilizaremos el caso del barrio barcelonés del Raval para ejemplificar este análisis. Mostraremos en este sentido cómo el Raval está cargado simbólicamente, tiene una importante presencia de artistas y pequeñas empresas culturales, que constituye el núcleo barcelonés del arte emergente, multicultural e híbrido, y cuenta además con la presencia de dos instituciones culturales orientadas a la gobernanza cultural. A partir de esta configuración, veremos que se ha generado en él una dinámica artística muy singular y local, que a la vez se sintetiza en un estilo artístico característico, muy exportable en el mercado cultural global.